Exquisito manjar milenario

Una de nuestras tradiciones más arraigadas en México es el pan de muerto, el cual representa sacrificios y ofrendas que las civilizaciones mesoamericanas hacían a sus dioses. En el centro y sur de la República existe la tradición de honrar a los ancestros durante la celebración del día de muertos, mediante una ofrenda que incluye los platillos típicos favoritos del difunto, y uno de estos platillos es el tradicional pan de muerto.

De acuerdo con el blog de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas del Gobierno Federal, las ofrendas aparecieron desde épocas prehispánicas, cuando se homenajeaba a las mujeres que morían en su primer parto y les regalaban panes para evitar que rondaran y provocaran enfermedades a los niños. Los panes eran de amaranto con figura de mariposas o rayos; también había uno de maíz tostado llamado “pan azimo”.

Otra leyenda habla de un ritual en que el sacerdote le sacaba el corazón a una joven para colocarlo en un jarrón con amaranto y comerlo como acto de veneración a los dioses Izcoxauhqui, Cuetzaltzin o Huehuetéotl. En 1519, ya en la Nueva España, los españoles decidieron no continuar con el ritual y lo sustituyeron con un pan de trigo en forma de corazón, bañado en azúcar y pintado de rojo.

José Luis Curiel Monteagudo, investigador y amante de la cocina mexicana, escribió de una forma más divertida que “comer muertos es para el mexicano un verdadero placer, se considera la antropofagia de pan y azúcar. El fenómeno se asimila con respeto e ironía, se desafía a la muerte y se burla de ella comiéndola”.

Aroma guía

El pan de muerto se aromatiza con flores de azahar o esencia de naranja, para que los difuntos perciban el olor y lleguen hasta la ofrenda donde se les rinde tributo.